miércoles, 10 de junio de 2009

Instrucciones para levantarse temprano


Siempre me ha llamado la atención una simple pero brutal situación a la que la gran mayoría de nosotros, por igual, debemos someternos diariamente en nuestras vidas. Esa batalla que hasta el más pacífico de los hombres debe enfrentar cuando, de modo inoportuno, un sonido alterante interrumpe su estadía en un mundo diferente en el que pocas veces las cosas tienen sentido. Se trata del momento en el que nos encontramos cuando, hundidos en un sueño, nos vemos de pronto arrancados de él, removidos a la fuerza de un estado de tranquilidad extrema. Sabemos que el culpable es él, y lo odiamos, e incluso a veces lo golpeamos para que lo sepa, ese pequeño e insignificante aparatito que está siempre cerca controlando nuestro tiempo, anunciándonos que ya es hora (aunque a veces el sol apenas esté comenzando a salir). De distintas maneras, algunas personas se han esforzado por mejorar esa relación, buscando cambiar aquel sonido irritante por otro más ameno, pero como su función es la misma, de una manera u otra, siempre se torna molesto escucharlo chillar.
Este enemigo de cada mañana al que se suele llamar despertador, es sólo el comienzo de la batalla que antes mencionamos. Dependiendo de la persona, la lucha que describiremos a continuación suele tomar distintos matices, pero en todas comienza por la destitución del sueño. Acto seguido, la persona hace un gran esfuerzo por despegar los párpados, y comienza a notar que su objetivo de levantarse se ve obstaculizado por una gran cantidad de fuerzas que actúan para impedir que quiera abandonar el momento de somnolencia. Entre ellas encontramos a la denominada almohada, que se presenta con la forma y espesor exacto para ofrecer la mayor serenidad posible al sujeto. Luego, el colchón, levemente hundido, suele generar un tipo de atracción que parece ir más allá de la conocida ley de gravedad, y muchas veces, acompañado por las sábanas y las frazadas, forman un clan sumamente difícil de combatir.
A pesar de todo, las personas generalmente logran ganar la batalla (digo generalmente porque a veces estas fuerzas se presentan con todo su potencial y no se las puede ni siquiera enfrentar).
Para poder levantarse se comienza por combatir, una por una, estas fuerzas que nos sujetan a la cama. Se toma coraje y con uno de los brazos se corren las sábanas y las frazadas, vale señalar que se suele experimentar un sentimiento de culpabilidad, como si quisiéramos pedir perdón porque lo que vamos a hacer, en el fondo, va en contra de nuestra voluntad. Pero sabemos que debemos levantarnos, por consiguiente, se sigue con valor y arduamente se separa la cabeza de la almohada (nótese que estos pasos pueden llevarse a cabo en orden invertido). Una vez que logramos abandonar la posición horizontal, solo resta un pequeño empujón más, vencer el deseo de dejarse atrapar por esas fuerzas nuevamente. Se debe tener en cuenta que esta situación se torna tan difícil por el cariño que se siente hacia el confort ofrecido. Por lo tanto, aunque cueste, hay que dejar de lado lo sentimental, y así, un último impulso permite que el cuerpo rompa con la atracción del colchón y la persona se logre incorporar en sus dos pies a fin de comenzar a desplazarse. De esta manera, puede darse por vencedor, aunque con una sensación de anhelo que lo acompañará por unos minutos.
Las fuerzas vencidas se quedan inmóviles, conservando la forma apacible de la comodidad que brindaban. Personalmente, no creo que las angustie su derrota porque saben que, como todos los días, llegará el momento en que la persona volverá, por si sola y sin resistencia, a su dulce encuentro.



Yamila Martinez Sitia

No hay comentarios: